En 1938 la gran riada asoló Bizakia y con ella el Mercado de la Ribera Hoy 40 años más tarde es un ejemplo de la superación y resiliencia frente a las adversidades de nuestros mercados.
El periódico del 26 de agosto de 1983 llegó a los quioscos con noticias sobre un atentado en Berlín Oeste, el funeral de Benigno Aquino en Filipinas y la boda tumultuaria de Lolita en Marbella. De aquel diario impresiona sin embargo algo distinto y secundario: el optimismo del pronóstico meteorológico («Todavía algo inestable en la mitad norte») y la insistencia con la que la lluvia se inmiscuye en las noticias locales, especialmente en todas las referentes a las fiestas de Bilbao, que celebraban aquel viernes su día grande.
«Fiestas pasadas por agua», se lee en la portada de EL CORREO bajo una foto triunfal de Espartaco en Vista Alegre. Incluso en blanco y negro, se advierte que el ruedo es un barrizal. «Ni los más viejos del lugar recuerdan una Semana Grande tan pasada por agua», dice el pie de foto. En el interior, la crónica taurina incurre también en la meteorología: «Durante la feria no nos ha salido un día radiante y, lo que es peor, sin lluvia. Ha llovido todos los días, mucho o poco. De este mes de agosto, estoy seguro, nos acordaremos durante mucho tiempo». La crónica termina con una invocación optimista: «¿No tendremos el sábado, corrida de máxima expectación, una tarde soleada?»
El cronista acertó en algo: cuarenta años después, recordamos aquel aciago agosto. Pero no por motivos anecdóticos sino por la razón superior de la tragedia. El sábado no hubo una tarde de toros soleada. Ni siquiera hubo toros. Ni fiestas. Ni periódico. Lo que hubo fue treinta y cuatro muertos, cinco desaparecidos, 200.000 millones de pesetas en pérdidas materiales, un paisaje en ruinas bajo el barro y miles de personas que vieron cómo se quedaban en unas horas sin casa o sin trabajo o puede que sin ambas cosas a la vez.
El viernes 26 de agosto de 1983 las inundaciones más dramáticas de los últimos quinientos años golpearon el Bilbao metropolitano y municipios cercanos como Durango, Llodio o Bermeo. Fueron horas de lluvia ininterrumpida, un episodio de gota fría que llegó desde el oeste y se desató en tres grandes trombas de agua. El pluviómetro de la compañía Iberduero instalado en el barrio de Larraskitu registró un dato disparatado: 500 litros por metro cuadrado. El diluvio cayó sobre unos suelos saturados por las lluvias inagotables de los últimos cuatro días que ya no chupaban más. Las grandes descargas, de efectos trágicos luego, coincidieron además con las mareas altas, favoreciendo así el desbordamiento de la ría en ambas márgenes.
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